La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y el
Banco Mundial (BM) actúan como los paleros de Felipe Calderón y de
Agustín Carstens al recomendar la aplicación del impuesto al valor
agregado (IVA) a los alimentos, ya que buscan que los grandes
intereses de 100 grupos empresariales se mantengan intactos al
continuar protegidos por regímenes fiscales de privilegio.
Lo que ni la OCDE ni el IMEF han considerado en sus análisis es que
el IVA es por definición un impuesto al consumo y sustituyó al
viejo impuesto de ingresos mercantiles, cuya tasa era de 4 por ciento
y se cobraba en \"cascada\", agregando la tasa en la cadena productiva
a los bienes y satisfactores consumidos. En el caso de nuestro país
se ha aplicado más bien como un impuesto a las ventas.
El IVA pertenece a los impuestos indirectos, que por definición son
aquellos que gravan el consumo de los contribuyentes; se llama
indirecto porque no repercute en forma directa sobre los ingresos,
sino que recae sobre los costos de producción y venta de las
empresas y se traslada a los consumidores por medio de los precios.
El talón de Aquiles del sistema tributario
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE), el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas
(IMEF) y el Banco Mundial (BM) actúan como los paleros de
Felipe Calderón y de Agustín Carstens al recomendar la aplicación
del impuesto al valor agregado (IVA) a los alimentos, ya que buscan
que los grandes intereses de 100 grupos empresariales se mantengan
intactos al continuar protegidos por regímenes fiscales de
privilegio.
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